Espero que disfruten las fotos en este blog. Son una pequeña colección de fotos de tiempos de lectura de los ultimos años.
Leyendo en la hamaca a Ana, Danny y Ruth.
¡Me
encanta leer! Y,
¡me
encanta leer a nuestros hijos! Les leo durante la devocional despu
és
del desayuno. Ahorita estamos leyendo un libro escrito por Max
Lucado que examina un personaje de la Biblia en cada cap
ítulo
con preguntas para comentar al final. (Si Uds. est
án
imaginando una profunda pl
ática
de c
ómo-aplicar-los-principios-de-la-Biblia-a-tu-vida
en la cual todos participan, entonces necesitan resetear su
imaginaci
ón. La mayor
ía
de los d
ías cuando
terminamos el devocional tengo una astillita de esperanza de que
alguna semilla de algo haya caido sobre alg
ún
terreno algo f
értil en el
coraz
ón de alg
ún
hijo que, por la gracia de Dios,
¡podr
ía
producir alguna fruta en unos 20 a
ños!)
Los cuatro hijos m
ás chicos escuchan a un cuento cada noche, junto con “La
Biblia para Peque
ños
Ojos” (la misma versi
ón
que mis pap
ás nos le
ían
a mi hermano y a mi cuando
éramos
chicos), junto con sus preguntas de comprensi
ón.
Los hijos medianos esuchan “No Dejes Tu Cerebro en la Puerta”
por Josh McDowell para su devocional antes de dormir, junto con
preguntas de discusi
ón.
Mientras van creciendo, los mismos ni
ños
van leyendo en voz alta m
ás y m
ás en estas mismas situaciones.
Pero, hay un momento
de lectura que no le entrego a nadie, ni siquiera a otra maestra. Es
cuando les leo en voz alta por 15 minutos durante su recreo a
las 11:00 a.m. Estos son unos de mis minutos favoritos de cada
día...todos los niños
en el patio de la casa, terminando su bocadillo de la mañana,
y ¡a mi me toca
transportarnos a otro tiempo y a otro lugar por medio del poder de una historia!
Leyendo en el parque durante el recreo.
¿De
d
ónde aprend
í del poder de una historia? Primero,
¡del
Verbo mismo! No le lleva a uno mucho tiempo al leer los Evangelios
para darse cuenta de que a Jes
ús
le encantaba contar una buena historia.
¡Y
no lo contaba por el simple hecho de contar una historia!
Él
sab
ía que las historias
conmueven los corazones e imparten lecciones como ning
ún
serm
ón puede! Me supongo
que
Él hered
ó
su amor por las historias de su propio Padre qui
én,
despu
és de todo, le puso
“el Verbo” como nombre!
Leyendo en la sala a Jocelin, Fidel, Diana, Martita, Caleb y Martha....¡hace años!
Mi propio padre,
quien tambi
én fue mi
pastor, y un artesano de palabras, me ense
ñó
el poder de la historia. Desde mi puesto en la banca de la iglesia
cada domingo por mis primeros 18 a
ños
de vida, yo escuchaba a sus historias apoyar, ejemplificar, atraer y
aplicar verdades B
íblicas
a nuestras vidas cotidianas.
Leyendo en el patio con Ruth, David, Ana y Caleb.
Luego, hubo mi
madre. Le encanta leer y nunca la encontrarías
sin una revista de “Selecciones” o “Guideposts” en su bolsa
para esos momentos cuando uno tiene que esperar y esperar a algo. De
chiquitos, creo que la dirección
de la biblioteca hubiera podido ser una dirección
alterna para nuestra vivienda (en tercer lugar tras nuestra casa y la
iglesia, por supuesto). La hora del cuento de los párvulos
y los programas de lectura de verano formaban parte de nuestra
rutina. De hecho, pasábamos
muchas horas en la biblioteca cada verano. Mamá,
por supuesto, nos quería
inculcar un amor por la lectura, pero puede ser que el hecho de que
la biblioteca tenía aire
condicionado y nuestra casa no, podria haber influenciado en la
cantidad de horas que pasábamos
allí.
Leyendo antes de dormir a Caleb, Danny y Miguel.
Finalmente, la
Sra. D'Alton, mi maestra de quinto grado, ciment
ó en
mi ser el valor de leer en voz alta. Yo llor
é
cuando, al final del cuarto grado, me informaron que
ella
iba a ser mi profesora para quinto grado. Le supliqu
é
y le supliqu
é
a mi madre que fuera inmediatamente a la escuela para cambiarme de
sal
ón,
ya que la reputaci
ón
de la Sra D'Alton hab
ía
precedido su presencia en mi vida. Sabiamente mi mam
á
me dijo que asistiera a su sal
ón
por una semana de clases aquel oto
ño
y luego volver
íamos
a platicar. As
í
que, el oto
ño
de 1986 lleg
ó
y yo me volv
í
alumna de la Sra. D'Alton. A la semana mi mam
á
me pregunt
ó
si todav
ía
quer
ía
cambiar de sal
ón.
“No,
¡por nada!” le contest
é
enf
áticamente.
Lo que pasaba era lo siguiente: Cada d
ía,
despu
és
del recreo, todos entr
ábamos
como torbillinos al sal
ón.
La Sra. D'Alton jalaba su banco de madera mero en medio, se sentaba
y nos le
ía
en voz alta un rato. “Donde Crece el Helecho Rojo”, “El
Último
de los Verdaderamente Grandes Whangdoodles” y otros cuentos
incre
íbles
¡me
transportaban de ese sal
ón
de quinto grado a nuevas dimensiones!
Leyendo durante recreo en nuestro salon de clases.
As
í
que, ahora, todos los d
ías,
despu
és del recreo, nos
juntamos en el patio y
¡pongo mi apuesta sobre el poder de la historia! Hemos le
ído
el serie completo de Narnia dos veces, “La Se
ñora
Frisby y las Ratas de Nimh”, y varios de los libros acerca de la ni
ña
traviesa Ramona Quimby, entre otros.
¿Y
ahorita? Hace poco empezamos la cl
ásica
novela cristiana “En Sus Pasos” por Charles Sheldon de donde vino
la pregunta de moda: “
¿Qu
é
har
ía Jes
ús?”
Es una novela que cambi
ó
mi perspectiva como adolescente. Yo oro, y les pido que Uds. tambien oren,
que el Verbo y el creador de las par
ábolas
use ese libro para tocar los corazones y las vidas de nuestros hijos,
para que ellos, a cambio, puedan tocar los corazones y las vidas de
otros.
Así
que, vaya, encuentra un buen libro y ¡que
su poder le transporte y le transforme!
Leyendo en la oficina a Carolina, Ruth y Ana.