Tuesday, May 20, 2014

El Poder de Una Historia

Espero que disfruten las fotos en este blog.  Son una pequeña colección de fotos de tiempos de lectura de los ultimos años.

Leyendo en la hamaca a Ana, Danny y Ruth.

     ¡Me encanta leer! Y, ¡me encanta leer a nuestros hijos! Les leo durante la devocional después del desayuno. Ahorita estamos leyendo un libro escrito por Max Lucado que examina un personaje de la Biblia en cada capítulo con preguntas para comentar al final. (Si Uds. están imaginando una profunda plática de cómo-aplicar-los-principios-de-la-Biblia-a-tu-vida en la cual todos participan, entonces necesitan resetear su imaginación. La mayoría de los días cuando terminamos el devocional tengo una astillita de esperanza de que alguna semilla de algo haya caido sobre algún terreno algo fértil en el corazón de algún hijo que, por la gracia de Dios, ¡podría producir alguna fruta en unos 20 años!) Los cuatro hijos más chicos escuchan a un cuento cada noche, junto con “La Biblia para Pequeños Ojos” (la misma versión que mis papás nos leían a mi hermano y a mi cuando éramos chicos), junto con sus preguntas de comprensión. Los hijos medianos esuchan “No Dejes Tu Cerebro en la Puerta” por Josh McDowell para su devocional antes de dormir, junto con preguntas de discusión. Mientras van creciendo, los mismos niños van leyendo en voz alta más y más en estas mismas situaciones.

     Pero, hay un momento de lectura que no le entrego a nadie, ni siquiera a otra maestra.  Es cuando les leo en voz alta por 15 minutos durante su recreo a las 11:00 a.m. Estos son unos de mis minutos favoritos de cada día...todos los niños en el patio de la casa, terminando su bocadillo de la mañana, y ¡a mi me toca transportarnos a otro tiempo y a otro lugar por medio del poder de una historia!

Leyendo en el parque durante el recreo.

     ¿De dónde aprendí del poder de una historia? Primero, ¡del Verbo mismo! No le lleva a uno mucho tiempo al leer los Evangelios para darse cuenta de que a Jesús le encantaba contar una buena historia. ¡Y no lo contaba por el simple hecho de contar una historia! Él sabía que las historias conmueven los corazones e imparten lecciones como ningún sermón puede! Me supongo que Él heredó su amor por las historias de su propio Padre quién, después de todo, le puso “el Verbo” como nombre!

Leyendo en la sala a Jocelin, Fidel, Diana, Martita, Caleb y Martha....¡hace años!

     Mi propio padre, quien también fue mi pastor, y un artesano de palabras, me enseñó el poder de la historia. Desde mi puesto en la banca de la iglesia cada domingo por mis primeros 18 años de vida, yo escuchaba a sus historias apoyar, ejemplificar, atraer y aplicar verdades Bíblicas a nuestras vidas cotidianas.

Leyendo en el patio con Ruth, David, Ana y Caleb.

     Luego, hubo mi madre. Le encanta leer y nunca la encontrarías sin una revista de “Selecciones” o “Guideposts” en su bolsa para esos momentos cuando uno tiene que esperar y esperar a algo. De chiquitos, creo que la dirección de la biblioteca hubiera podido ser una dirección alterna para nuestra vivienda (en tercer lugar tras nuestra casa y la iglesia, por supuesto). La hora del cuento de los párvulos y los programas de lectura de verano formaban parte de nuestra rutina. De hecho, pasábamos muchas horas en la biblioteca cada verano. Mamá, por supuesto, nos quería inculcar un amor por la lectura, pero puede ser que el hecho de que la biblioteca tenía aire condicionado y nuestra casa no, podria haber influenciado en la cantidad de horas que pasábamos allí.

Leyendo antes de dormir a Caleb, Danny y Miguel.

     Finalmente, la Sra. D'Alton, mi maestra de quinto grado, cimentó en mi ser el valor de leer en voz alta. Yo lloré cuando, al final del cuarto grado, me informaron que ella iba a ser mi profesora para quinto grado. Le supliqué y le supliqué a mi madre que fuera inmediatamente a la escuela para cambiarme de salón, ya que la reputación de la Sra D'Alton había precedido su presencia en mi vida. Sabiamente mi mamá me dijo que asistiera a su salón por una semana de clases aquel otoño y luego volveríamos a platicar. Así que, el otoño de 1986 llegó y yo me volví alumna de la Sra. D'Alton. A la semana mi mamá me preguntó si todavía quería cambiar de salón. “No, ¡por nada!” le contesté enfáticamente. Lo que pasaba era lo siguiente: Cada día, después del recreo, todos entrábamos como torbillinos al salón. La Sra. D'Alton jalaba su banco de madera mero en medio, se sentaba y nos leía en voz alta un rato. “Donde Crece el Helecho Rojo”, “El Último de los Verdaderamente Grandes Whangdoodles” y otros cuentos increíbles ¡me transportaban de ese salón de quinto grado a nuevas dimensiones!

Leyendo durante recreo en nuestro salon de clases.

     Así que, ahora, todos los días, después del recreo, nos juntamos en el patio y ¡pongo mi apuesta sobre el poder de la historia! Hemos leído el serie completo de Narnia dos veces, “La Señora Frisby y las Ratas de Nimh”, y varios de los libros acerca de la niña traviesa Ramona Quimby, entre otros. ¿Y ahorita? Hace poco empezamos la clásica novela cristiana “En Sus Pasos” por Charles Sheldon de donde vino la pregunta de moda: “¿Qué haría Jesús?” Es una novela que cambió mi perspectiva como adolescente. Yo oro, y les pido que Uds. tambien oren, que el Verbo y el creador de las parábolas use ese libro para tocar los corazones y las vidas de nuestros hijos, para que ellos, a cambio, puedan tocar los corazones y las vidas de otros.

     Así que, vaya, encuentra un buen libro y ¡que su poder le transporte y le transforme!

Leyendo en la oficina a Carolina, Ruth y Ana.